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La mala publicidad existe: Cuando ser disruptivo cruza los límites

En el mundo de la publicidad, muchas veces se dice que «no existe la mala publicidad». Pero, ¿qué pasa cuando las marcas, en su afán por ser disruptivas o ganar premios, traspasan límites que no deberían cruzar? ¿Qué sucede cuando tocan fibras sensibles de la cultura, el folklore, o aquello que las personas consideran más preciado?

El caso Spreen y Deportivo Riestra: ¿Publicidad o falta de respeto?

Recientemente, el debut de Iván «Spreen» Buhajeruk, un popular streamer argentino, como jugador de primera división en el Deportivo Riestra dejó una huella polémica en el fútbol argentino. Este movimiento, respaldado por una marca de bebidas energéticas, buscaba romper esquemas y captar la atención de una audiencia más joven. Y lo logró: los titulares no tardaron en inundar los medios y las redes sociales.

Sin embargo, la acción fue vista por muchos como una falta de respeto hacia el deporte y los valores que representa. El fútbol, en Argentina, no es solo un juego: es pasión, esfuerzo y dedicación. ¿Qué mensaje se envió al permitir que alguien sin experiencia profesional ocupara un lugar en la cancha? Las críticas no se hicieron esperar. Figuras como Juan Sebastián Verón y Marcos Acuña expresaron su repudio, mientras que la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) abrió una investigación ética sobre el caso.

Cuando las marcas cruzan la línea: Otros ejemplos polémicos
El caso Spreen no es único. En la historia de la publicidad, hay numerosos ejemplos de campañas que cruzaron límites sensibles y generaron reacciones adversas:
  1. Pepsi y el anuncio de Kendall Jenner (2017):
    La marca intentó posicionarse como símbolo de unión y paz en medio de un contexto de tensiones sociales. Sin embargo, el anuncio fue acusado de trivializar las protestas sociales y fue retirado casi de inmediato.

  2. Gillette y su campaña «The Best Men Can Be» (2019):
    Aunque buscaba abordar temas como la masculinidad tóxica, muchos interpretaron el mensaje como una crítica generalizada a los hombres.

  3. Dove y el anuncio considerado racista (2017):
    Una campaña digital de Dove fue duramente criticada por representar imágenes que muchos consideraron insensibles y racistas. La marca emitió disculpas públicas, pero el daño a su reputación ya estaba consumado.
¿Un golpe de genio o un tiro en el pie?

La pregunta que queda flotando es: ¿fue esta una estrategia exitosa o un error costoso? En el corto plazo, está claro que la marca logró captar la atención del público y generar conversación. Pero la verdadera medida del éxito publicitario no está en la cantidad de menciones o titulares, sino en el impacto que tiene en el comportamiento del consumidor. ¿Se venderán más bebidas energéticas gracias a esta acción? Solo el tiempo lo dirá.

 

La historia del marketing nos enseña que algunas campañas inicialmente rechazadas terminaron consolidándose como grandes éxitos comerciales. Sin embargo, otras no lograron sobreponerse al rechazo inicial y dañaron irreversiblemente la reputación de las marcas involucradas.

El riesgo de jugar con lo sagrado

La cultura, el folklore, y los valores compartidos son pilares que sostienen a las comunidades. Cuando una marca decide utilizarlos como terreno para ser disruptiva, corre un riesgo doble: dañar su reputación y perder la confianza de su audiencia.

Esto no significa que las marcas deban jugar siempre a lo seguro. La creatividad disruptiva puede ser una herramienta poderosa, pero solo cuando se utiliza con un entendimiento profundo de las sensibilidades culturales y sociales del público al que se dirige.

¿Es realmente la mala publicidad algo positivo?

El caso Spreen nos deja una lección importante: aunque toda publicidad genera conversación, no toda publicidad genera valor. Las marcas deben reflexionar si el ruido que crean se traduce en conexión, confianza y, finalmente, en ventas. Porque la atención, por sí sola, no es suficiente.

Conclusión: El tiempo será el juez final

Hoy, el caso de Spreen y Deportivo Riestra está en el ojo de la tormenta, y las opiniones están divididas. Pero aún no sabemos si será recordado como una estrategia brillante o un ejemplo de qué no hacer. Como en toda campaña publicitaria, el tiempo y las ventas tendrán la última palabra.

Lo que sí es cierto es que la mala publicidad existe. 

Y las marcas, en su búsqueda por destacar, deben preguntarse si realmente están construyendo algo valioso o simplemente corriendo el riesgo de perder aquello que es más difícil de recuperar: la confianza de su audiencia.

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